sábado, 30 de enero de 2010

Soluciones

Después de tantos días en el hospital, lo que más ansiaba Anabela era llegar a casa, a la paz y tranquilidad del hogar. Comer su propia comida, dormir en su cama y que Augusto la abrazara para hacerle sentir que ya todo estaba bien.
Pero algo había sucedido. Al llegar a la casa vio que las cosas se habían convertido en algo frio, Augusto inerte, con el cansancio lógico de los días sin dormir mientras la cuidaba, se acostó inmediatamente para descansar o para aislarse de la realidad, mientras Anabela cansada de estar en cama, solo deseaba ponerse al corriente con todos los quehaceres y cosas que habían quedado pendientes.
Entre ellas debía leer sus correos. Para su sorpresa unos de los mail era de Augusto, fue el primero que leyó, nada era más importante, pues lo amaba.
Pero no era lo que ella imaginaba, lo leyó de principio al fin atónita, al terminar cerró todo y apagó la computadora.
Su cerebro confuso todavía no podía comprender, ni encontrar la solución a tremendo conflicto que le presentaba Augusto, por qué había esperado a que ella saliera del hospital para escribírselo, ¿no había podido enfrentarla?, se preguntó.
No había podido contra su curiosidad y había hurgado entre los mail que ella tenía con algunas personas. Las palabras que Anabela usaba en esos mensajes para Augusto estaban totalmente fuera de lugar.
Pero para ella, era volver sobre la misma discusión que ya habían tenido varias veces con anterioridad, se sintió atacada, puesta en un nivel de engaño que no existía y no existiría nunca pues lo amaba realmente.
Parecía que a Augusto siempre le costaba comprender que Anabela lo amaba de verdad, que el lenguaje de tutearse con otros no significaba nada más que una apertura a la confianza para decirse las cosas, “a calzón quitao”.
Augusto durmió todo el día, Anabela no quiso enfrentarlo, pues sentía que no lograría llegar a él.
Cuando por fin Augusto se levantó, no le dirigió la palabra y aunque Anabela moría por dentro no deseaba ser la primera en plantear la situación. Esperó en silencio aunque esto fuera una tortura.
-Tengo que decirte algo importante - comenzó Anabela.
-Ahora - dijo Augusto como queriendo extender las cosas, pues él tampoco quería hablar.
-Sí - ahora.
-Te escucho, entonces.
-Me marcho de casa
-¿Cómo’?
-Lo que oyes
-Necesitas algo
-No, no te preocupes, que no voy a pedirte dinero- dijo Anabela con tono desafiante para que saliera todo a la luz. Esperaba que él le dijera ¡No te vayas!
-¿Adonde pensás ir?
-Todavía no lo he decidido, estoy algo confundida- Mintió
-¿Necesitas que te ayude en algo?
-No, gracias, no necesito esa clase de ayuda.
Se hizo un silencio que la persiguió por varias cuadras aun después de que Anabela cerrara la puerta tras de sí. Ya en la calle, pensó si realmente estaba confundida y se dijo a si misma ¡Claro que no! Sé perfectamente adónde voy.
Voy al cielo o al infierno donde me reciban
Y se quedo esperando el próximo tren, parada sobre las vías.

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